Publicado en el periódico Padres & Colegios.
¿Cómo te sientes cuando un amigo sufre un fracaso? ¿Cuándo una persona necesitada reclama tu ayuda por la calle? ¿Cuándo tu hijo te cuenta una riña del colegio? Si queremos propiciar un entorno familiar y social de convivencia afable y solidaria, más humana, la empatía resulta fundamental.
Cultivar y mejorar esta capacidad de ponerse en el lugar del otro, saber lo que siente y llegar a sentirlo, es una meta difícil pero alcanzable. Así lo afirma en su libro “La Empatía es posible” (Ed. Desclée) Anna Carpena, educadora y especialista en Educación Emocional desde los últimos 20 años.
En esta labor de generar empatía, el ejemplo y labor de los padres es esencial ya desde los primeros minutos de vida del pequeño: “Desde que el niño nace su cerebro se está formando, según la empatía de quien lo está cuidando. Según se les trata ya se están desarrollando o no estructuras cerebrales que se relacionarán con la empatía”, cuenta Carpena. Después, con los años varía la disposición de los menores a “ponerse en los zapatos del otro”:
¿Pero cómo llegar a conseguir esa sensibilidad y esa apertura al otro? Los expertos señalan que hay una labor previa que debemos ejercitar nosotros mismo, los padres y educadores; porque para enseñar algo nosotros también tenemos que saberlo. Y esto requiere el conocimiento personal y gestión de nuestras emociones. La empatía es una de las cinco competencias de la Educación Emocional, según Daniel Goleman, padre de la Educación Emocional. La sentencia griega «Conócete a ti mismo», atribuida a Sócrates, ya indica la necesidad de autoconocimiento del ser humano para su crecimiento personal.